por Juan Manuel Frangoulis

Hablar de peronismo siempre ha sido sinónimo de alegría para el pueblo, de felicidad y reivindicación de los postergados.
El restablecimiento y reconocimiento del derecho a la felicidad.
En ese marco hay que entender las dificultades electorales que enfrenta el Frente de Todos, que no encuentra su identidad histórica en el marco de una de las crisis económicas más pronunciadas y complejas desde el nacimiento del movimiento peronista. Solo para ejemplificar el cuadro de situación: pérdida de más del 25 por ciento del salario real de las y los trabajadores, devaluaciones encubiertas y segmentadas que pujan por cristalizarse, una inflación acelerada e impredecible, que sube por quinto mes consecutivo, y la espada de Damocles del Fondo (situación que, heredada por la Pandemia Amarilla, termina siendo un callejón sin salidas-buenas- por decisión del mismo gobierno y una impagable negociación ofrecida), que oscila entre el default y sus consecuencias o el ajuste estructural y la suba de tarifas.
Después de tanto programa de GP (seguinos en nuestro canal de youtube o en Radio Nacional los jueves de 16 a 18) no quiero ahondar más que lo dicho, que pinta pero no acaba el panorama, aunque alcanza para comprender por que los peronistas asistimos al sacrificio de dos pilares simbólicos de nuestra liturgia: el trabajador y el trabajo como eje ordenador y condición necesaria para la realización de la comunidad que sucumbe ante el aumento de trabajadores que, aún en actividad, son pobres, y, por otro lado, el peronismo como refugio de los humildes y la posible movilidad social ascendente, que cae con el cogobierno planteado con el Fondo y la rapiña foránea.

Que me van a hablar a mi de soberanea, con Laura Richards dándonos vueltas.
Ahora sí, sin otro preámbulo sírvanse de esa intro, para entender la fecha de elecciones de Tucumán, una fecha que se aleja del fantasma de la “nacionalización”, mientras las cabezas de las áreas más sensibles (o dinámicas) del gobierno local, discuten a través del pasquín local si el ajuste llego o no a la provincia, y el mosquito es la cuestión de estado que pone en jaque el frágil sistema de salud, que aun combate las pestes de las crónicas de los diarios de los conquistadores, año tras año.
Me permito una digresión para saludar y agradecer a todo el personal de la salud, que el domingo pasado atendieron a mi hija en el Hospital de Niños, con calidez humana y mucho profesionalismo, a pesar de que estaban abarrotados en una guardia que parecía un hospital de campaña en película hollywoodense. Gracias a todas y todos y mi absoluto reconocimiento.
Ahora que pasaría, y es el fantasma que empieza a recorrer los pasillos del armado electoral, en el que como en el Antón Pirulero: cada cual atiende su juego (o la pyme familiar), se hiciese realidad y la Corte Suprema de Justicia de la Nación, brazo soporte de la derecha neofinanciera, mandase a votar con las PASO.

Por un lado, explicaría la falta de “recursos” de ambos lados del Rio Bravo; que tiene nervioso a más de uno, que, aunque los manden a “poner la suya” (discurso que se repite tanto en la 9 de julio o la Perla del Sur como en la 25 o en el edificio espejado de Muñecas) nadie quiere; por el otro, abriría nuevos interrogantes, por ejemplo: ¿Lo sucedido hasta aquí con el calendario electoral a mano es una etapa concluida o arranca un nuevo calendario electoral?, pregunta que permitirá volver a generar alianzas, disminuir (para los que no puedan aguantar hasta agosto) los acoples o modificar candidatos.
Ni hablar del laburo de dirigentes o movilizadores hasta aquí hecho; con mucho con amor o con muchas promesas de pago, precios que el mercado dirigencial fue poniendo en la oferta y la demanda del voto territorial (dígase precios de movilizadores, vehículos, votos y troqueles y más).
Mientras mañana arranca la campaña y nadie viene “a proponernos un sueño”.