Siempre me paso lo mismo, desde chico. Mi estilo o –más exactamente expresado- mi virtud nunca fue la velocidad en la respuesta. Me confieso tributario de un estilo más reflexivo.
En eso, soy quizás más cercano a mi madre, porque mi padre…ay, mi padre! El si era dueño de la velocidad e ingeniosidad de la respuesta. Desopilante y desconcertante, nunca condescendiente y siempre fiel y leal a sí mismo.
Ahora, una semana después, atragantado con la charla –en on- con un funcionario público afiliado al Partido Justicialista, que supo ser peronista, me encuentro con la necesidad de escribirle a ese otro, que podría ser cualquiera, movilizado por la Carta que escribiese Cristina (con el nombre alcanza para nombrarla) mientras vitoreaban su nombre como slogan de victoria el órgano partidario más importante de la herramienta electoral peronista.

Primero, quisiera aclarar que no creo que ocupar cargos de decisión públicos sea, precisamente hacer política, sin embargo estoy persuadido que acomodar definiciones por las relaciones que entretejen el lugar que ocupamos dista mucho de ser autentico, en términos Heideggerianos, estamos más cerca de estar interpretados. Asimismo, si los vientos cambian podríamos ser los que la queremos jubilar, los que proponemos un peronismo sin Perón, o, por qué no, los que terminamos inflando globos de la fiesta de la oligarquía.
Digo esto porque noto la sofistica habilidad por defender cualquier causa que asegure una victoria y temo que esa sea la primera derrota.
Lo mío es solo opinión y no refuerzan mis argumentos un conjunto de trabajadores y trabajadoras, sin estabilidad laboral y precarizados, que me aplauden con la rabia de quien espera llegar a fin de mes, coreando mis sinsentidos.
Por otra parte, no estoy de acuerdo que la conducción esta signada por el cargo que ocupa una persona, sino no se entendería la génesis del peronismo, ni su acto fundacional; tampoco la resistencia en su nombre o la famosa estrategia electoral del retorno de la esperanza.

Como entender la hermosa síntesis que significo “Campora al Gobierno, Perón al poder” si definieran los cargos.
El mismo Perón, padre fundador, diría que el conductor trabaja por la causa del pueblo y el movimiento, no para el cargo o para sí, tanto así que recuerda en Manual de Conducción Política la historia de Epaminondas y su degradación.
El conductor (o conductora, si se me permite) es quien logra cierta comunión con el pueblo y, aquí, tomare prestado del amigo y maestro Juan Serra, su reflexión en programas de temporadas pasadas, la “comunión” como el más exacto de su etimología: la común unión, de anhelos y esperanzas o de angustias y tristezas, de luchas y utopías. Del creer de nuestro pueblo que comer bien y cuatro veces al día, una vivienda digna o trabajo son meros relatos de los fanáticos del relato como recordará ella, en esta última y dolorosa carta.

A los compañeros y compañeras | Cristina Fernandez de Kirchner (cfkargentina.com)
Finalmente, la discusión por la literalidad es, muchas veces, una canallada, por que esconde los sentidos, las intenciones, la ley motiv de mucho de lo que acontece al ser nombrado. Y es que se olvida que el simple oficio de nombrar crea la realidad nombrada y en eso las palabras no son inocentes. Tampoco vamos a olvidar como las palabras y las cosas no son simplemente pasivas, sino que actúan sobre las y los sujetos, sus acciones y comunidades. Por esto y mucho más, que ya se imaginan (y a estas horas de la noche parece innecesario nombrar) la persecución, el intento de asesinato, el lawfare y la proscripción son una realidad, no meros argumentos de precisión jurídicos.
Por esto y tanto más, querido funcionario lo invito, desde el cariño que le tengo, que vuelva a ser compañero, lugar al que no se vuelve ganando una elección sino defendiendo, aunque se pierda, la causa del pueblo, su felicidad y la grandeza de la Nación.